Pensando en las comunidades indígenas de México
Sabemos que vivimos en un país con una gran pluralidad étnica y cultural. Nos lo enseñaron en la escuela y nos lo recuerdan continuamente en los libros, las revistas y la publicidad de los destinos turísticos nacionales. Y no sólo lo sabemos, sino que hablamos de ello como si se tratara de una cualidad propia. Tan sólo falta que llegue un extranjero de visita a México para que le hablemos con orgullo del patrimonio cultural de los pueblos indígenas y le recomendemos asistir a sus fiestas, probar sus platillos y comprar sus artesanías. Y todo eso es cierto: las prácticas y tradiciones de los 68 pueblos indígenas que conforman nuestro país nos enriquecen. ¿Por qué, entonces, mantenemos una actitud tan ambivalente frente a ellos?
Pareciera ser que tenemos muy bien asumida, en teoría, la riqueza indígena de nuestro país, pero en los hechos nos mantenemos indiferentes ante las distancias que nos separan. Como si fuera normal que más del 70% de la población indígena viva en condiciones de pobreza y sea uno de los sectores que enfrenta mayor rezago y marginación en México. Como si fuera normal que los indígenas no ejerzan en la práctica los mismos derechos y oportunidades que el resto de los mexicanos. No lo es. La diferencia no tiene porqué resultar en desigualdad, pero hemos aprendido a enaltecer a los indígenas en los libros de texto y a enmudecer sus palabras en la realidad.
La realidad sin duda nos rebasa y son múltiples las respuestas que deberían articularse desde el ámbito gubernamental y el de las organizaciones de la sociedad civil. Pero como individuos, ¿qué hacer? ¿Qué nos corresponde?¿Cómo salvar esas distancias, respetando las diferencias de una ciudadanía plural?
Quizás el acercamiento, de persona a persona, sea un primer paso. Tendríamos que empezar, tal vez, haciendo una de las cosas más difíciles y gratificantes como seres humanos: conocernos y escucharnos unos a otros. Sólo así nos daremos cuenta, no sólo de las realidades tan diferenciadas que componen el mosaico de nuestro país, sino de las formas tan distintas de vivir y asumir esas realidades.
Sólo así nos libraremos del estereotipo del indígena construido a partir de parámetros atemporales y externos y con el que ingenuamente queremos englobar a los más de 15 millones de mexicanos indígenas. En vez de esa falsa imagen fija, se nos revelará una persona real, compleja, presente, con todas las cimas y los abismos, la belleza y la fealdad, que hay en cada uno de nosotros.
¿Y tú, conoces o te has acercado a alguna comunidad indígena de nuestro país?
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